Miguel Fernández, periodista cubano residente en Miami - Cubainformación.- Troy Davis acaba de morir, a las diez de la noche de este miércoles, después que una inyección letal le arrancara la vida, cumpliendo una sentencia dictada por un Tribunal del estado norteamericano de Georgia en 1991, y después que la Corte Suprema de Justicia de los Estados Unidos decidiera rechazar las peticiones de los abogados defensores.
Una vez más, la justicia norteamericana apretó el nudo de la banda que cubre sus ojos y desoyó, no solo a los abogados encargados de la defensa de Troy Davis, sino que no escuchó el reclamo mundial para la conmutación de la máxima pena contra el joven afroamericano, que incluyó un pedido de clemencia del Papa Benedicto XVI, la mediación del expresidente Jimmy Carter, y la demanda de justicia de un millón de personas que en todo el mundo se unieron a la campaña, recolectando firmas para salvar la vida de Davis.
Casi 20 años se mantuvo Troy Davis en los “corredores de la muerte” defendiendo su inocencia, ante la acusación de asesinar en 1989 a Mark MacPhail, agente de policía de la localidad de Savannah, en Georgia. En el último minuto, a punto de morir, Troy declaró que: “no soy responsable por el asesinato de MacPhail. No tenía un arma. Soy inocente”.
El proceso judicial llevado contra Troy Davis estuvo plagado de demasiados errores e incongruencias. Siete de los nueve testigos que declararon en su contra en el juicio, posteriormente se retractaron, según su defensa. Sin embargo, los fiscales se apoyan en un informe de balística que sostiene que había similitudes suficientes entre los casquillos de bala encontrados en el sitio del homicidio y los hallados en el lugar de otro tiroteo ocurrido más temprano como para demostrar que podrían haber provenido de la misma arma.
El arma, pieza clave en la acusación, jamás apareció y el tribunal dictó sentencia de muerte solo por las aseveraciones de supuestos testigos presenciales, que después fueron cambiando sus declaraciones, aunque el Tribunal mantuvo la orden de muerte.
La defensa en el caso de Troy Davis, ha presentado este evento jurídico como el prototipo del negro condenado injustamente por la muerte de un blanco, lo que ha reanudado nuevamente el debate en torno a la pena de muerte en Estados Unidos.
Según apuntes de Amnistía Internacional (AI), referentes a este caso, en cualquier sistema legal, todos somos inocentes hasta que se demuestra lo contrario. Sin embargo, en Estados Unidos la pena de muerte discrimina a las personas, ya que tiene una incidencia desproporcionada en personas sin recursos económicos, en minorías étnicas, y se aplica a menudo en juicios injustos, en los que se plantean dudas sobre la culpabilidad de los condenados, u otras irregularidades.
Desde que Troy Davis fue condenado, -argumenta AI- más de 90 presos han sido excarcelados tras demostrarse su inocencia. En todos esos casos, los acusados habían sido declarados culpables más allá de una duda razonable.
Solo por poner algunos ejemplos, de la pena de muerte se han librado más de un centenar de convictos, después de reconsiderar los casos y descubrir las fallas en los informes fiscales, actas policiales, presiones políticas y otros elementos que no miden consecuencias a la hora de llevar a seres humanos a perder la vida.
Podemos citar a Gary Gauger, que en 1993 se convirtió en el principal sospechoso del asesinato de sus padres, en una granja en Illinois y condenado a muerte, solo por los argumentos aportados por la policía y las “presiones” a las que fue sometido durante los interrogatorios. Gauger fue liberado luego de ocho meses en prisión, cuando agentes del FBI escucharon a una banda de motociclistas hablar de los asesinatos.
Walter MacMillian, fue acusado de matar a una mujer blanca en Alabama; fue juzgado en un día y medio y fue condenado a muerte. Doce personas negras testificaron que vieron a MacMillian en una iglesia a la hora de que el asesinato fue cometido. Sin embargo, eligieron creerle a tres testigos de la fiscalía, uno de los cuales era un condenado por homicidio. MacMillian estuvo preso por 5 años.
Steve Manning fue sobreseído en Illinois, cuando la fiscalía anunció que levantaba todos los cargos en su contra y que no pensaba iniciar un nuevo juicio por el asesinato por el cual había sido condenado (se convirtió en el decimotercer prisionero del caso). Durante este mismo periodo de tiempo, otros 12 prisioneros fueron ejecutados a raíz de la exculpación de S. Manning, que obtuvo su libertad luego de 7 años de prisión.
Rolando Cruz Hernández paso 10 años sentenciado a pena de muerte en Illinois luego de haber sido condenado por la violación y el asesinato de Melissa Nicarico (de10 años). La niña fue bajada de su bicicleta, violada, sodomizada y asesinada. La condena de Cruz estuvo basada fundamentalmente en el testimonio de una “experta en huellas de pisadas,” que aseguraba que podía leer estas huellas suficientemente bien como para determinar la clase social y raza de una persona. Brian Dugan finalmente confesó el asesinato, dando detalles que no habían sido publicados antes.
Ray Krone esperó por dos años con una condena a muerte en Arizona antes de ser exonerado. El fue el preso número 100 en ser liberado en toda la nación, y el segundo en ser liberado por una prueba de ADN desde que la pena de muerte fue reinstaurada en 1976. Krone fue acusado y condenado por la muerte de Kim Ancona en 1991. Permaneció con la condena a muerte por 10 años antes de que la revelación de evidencia sospechosa lo liberara. Fue re-juzgado y nuevamente encontrado culpable y sentenciado a muerte. Nuevamente, un test de ADN finalmente lo exonero en 1995.
Ronald Jones fue exonerado de la pena capital después que análisis de ADN demostraron que fue injustamente acusado de violación y asesinato. Ronald Jones es el preso número 64 en los Estados Unidos que logra zafar del verdugo, gracias a la utilización de técnicas genéticas que no existían cuando fueron sentenciados. El caso de Jones es inquietante, porque se demostró que, después de una terrible paliza, fue obligado a firmar una confesión de un asesinato que no cometió. El hombre fue sentenciado a muerte en 1989 por el crimen de Debra Smith, de 28 años, ocurrido cuatro años antes. En su juicio declaró que los policías lo golpearon en la cabeza y el estómago, para que firmara la confesión del asesinato de Smith. No pude aguantar más, dijo en el estrado, pero el jurado no le creyó. Sin vacilar, fue condenado a la pena capital. Jones pasó 12 años en prisión hasta que se demostró su inocencia.
También están los casos de Madison Hobley, Aaron Patterson, Stanley Howard y LeRoy Orange, condenados con la pena de muerte en base a "confesiones" conseguidas a través del uso de torturas por el Comandante de Policía de Chicago Jon Burge. Cuando se demostró su inocencia, Hobley llevaba 16 años en prisión, Patterson 17, Howard 16, y Orange 19 años.
Earl Washington fue indultado tras hacerse una prueba de ADN que demostró su inocencia con respecto a un cargo de violación y asesinato, por el que pasó 17 años en una prisión de Virginia. Washington, que sufre de problemas de retraso mental, estuvo a una semana de ser ejecutado en 1985.
La lista es más larga, pero tan larga es la de los que encontraron la muerte a manos de la “justicia”, aún cuando habían grandes lagunas en sus procesos judiciales.
John Ray Conner era un joven de raza negra y 32 años, que fue acusado del asesinato de Kathyanna Nguyen, empleada de una tienda de comestibles, durante un atraco en 1998. Varios testigos lo identificaron como responsable de la muerte de la joven. Lo inaudito era que este joven, al que testigos juran haber visto salir "corriendo raudo y veloz" tras cometer el asesinato, era cojo y le costaba moverse con facilidad.
Odell Barnes fue ejecutado en el 2000 por un crimen que aparentemente no cometió: asesinato. Los fiscales dependían principalmente en un punto de sangre de su ropa que coincidía con la sangre de la victima. Fue preso y sentenciado a muerte. Posteriormente los abogados apelantes examinaron la sangre en forma más minuciosa, y encontraron que la sangre estaba contaminada por un preservativo, levantando suspicacias acerca de que la muestra era sospechosa y que pudiera haber sido puesta en Barnes para obtener un convicto.
Leonel Herrera fue ejecutado con una inyección letal en Texas a pesar del hecho de que otro hombre había confesado ser el autor del asesinato. Su caso llegó a la corte suprema, que sugirió que se recurriera al gobernador. Pero, en forma creciente en estos días, los gobernadores ven la clemencia como un suicidio político, y son reacios a otorgarla.
Mucho deja de desear la aplicación de la justicia norteamericana, y más cuando dependen de ella las minorías inmigrantes, los negros y los pobres. El recuerdo del asesinato político, amparados en un fallo judicial de los inmigrantes italianos Nicola Sacco y Bartolomeo Vanzetti en 1927; de los esposos Julius y Ethel Rosemberg en 1953; la larga espera en el corredor de la muerte del líder afroamericano Muma Abu Jamal, son solo ejemplos que no podrán olvidarse jamás y de los que el sistema judicial norteamericano vivirá sumido en la vergüenza.
Por esas mismas irregularidades, Gerardo Hernández, René González, Antonio Guerrero, Ramón Labañino y Fernando González, los cinco antiterroristas cubanos purgan largas e injustas condenas de prisión y junto a ellos, patriotas independentistas puertorriqueños como Oscar López Rivera.
Ojalá alguna vez salga la verdad, y sepamos si Troy David, es otro inocente que paga las consecuencias en pleno siglo XXI, de ser un negro.
Fuente: http://www.cubainformacion.tv/index.php?option=com_content&view=article&id=24912%3Atodos-somos-inocentes-menos-troy-davis-a-pesar-de-las-dudas&catid=64&Itemid=200077